8 de marzo de 2012

EDUCACION INCLUSIVA, IGUALES EN LA DIVERSIDAD

-Para pensar-

Lee el siguiente texto, reflexiona sobre su significado y responde sinceramente a las preguntas que se le formulan antes de continuar con los contenidos del módulo.

Esta historia la utiliza frecuentemente el profesor Pere Pujolàs Maset, de la Universidad de Vic en Cataluña, España, como marco de referencia para su análisis sobre la escuela inclusiva y el aprendizaje cooperativo, temática, esta última, en la que es experto. Puede encontrarse fácilmente en Internet como «la parábola del invitado a cenar».

«Un prohombre de una ciudad se encontró con un viejo conocido a quien no veía desde hacía mucho tiempo. El prohombre tenía previsto celebrar el día siguiente una cena con un grupo de amigos y amigas que también le conocían y que tampoco sabían nada de él desde hacía muchos años, y le invitó a cenar. El prohombre era buen cocinero y preparó una cena espléndida: entrantes variados, guisos de toda clase y un pastel con frutas confitadas. Todo regado con buenos vinos. El mismo día de la cena, cayó en la cuenta de que su viejo amigo –no recordaba demasiado bien el porqué- tenía que tener mucho cuidado con lo que comía y que seguramente nada de lo que había preparado con tanto cuidado le iría bien. Le telefoneó enseguida […] explicándole lo que pasaba, y le dijo que lo sentía mucho, que más valía que no fuera a la cena y que ya le avisaría cuando celebrara otra.

Otro prohombre de la misma ciudad se encontró en la misma situación. También había preparado una cena espléndida para sus amigos y había invitado a un viejo conocido de todos con el que se había encontrado un par de días antes. La misma tarde de la cena, otro de los invitados le hizo caer en la cuenta de que, por si no se acordaba, el viejo amigo no podía comer de todo. El prohombre, que se había olvidado de ello, corrió a telefonear a su amigo para preguntarle si aún tenía el mismo problema y para decirle que no se preocupara, que fuera de todos modos, ya que le prepararía a él un plato de verdura y pescado a la plancha.

Curiosamente, un tercer prohombre de la misma ciudad, también muy respetado, se encontró con un caso idéntico. Cuando ya lo tenía prácticamente todo a punto, se acordó de que aquel a quien había invitado a última hora […] tenía que seguir una dieta muy estricta. Entonces cambió el menú deprisa y corriendo: seleccionó algunos entrantes que también podía comer su viejo amigo, guardó los guisos en el congelador para otra ocasión e improvisó un segundo plato, también espléndido, pero que todo el mundo podía comer; también retocó el pastel, y en vez de fruta confitada le puso fruta natural. Llegada la hora de la cena, todos juntos comieron de los mismos platos que el anfitrión les ofreció».

Contesta:
¿Qué ventajas e inconvenientes tenían cada una de estas tres opciones para el cocinero, para el grueso de los comensales y para el invitado de última hora?
Si estuvieses en el papel del invitado «de última hora», ¿en cuál de estas situaciones te sentirías más incluido en la cena con tus viejos amigos y conocidos?.

-Dilemas educativos-

Aunque seguramente habrás tomado una decisión respecto al escenario en el que personalmente te gustaría encontrarte en esta «invitación», no habrás dejado de apreciar que los tres podían tener algo de comprensible y de positivo, al menos desde algún punto de vista. Así, por ejemplo, podría decirse que la tercera opción es, cuanto menos, más costosa en términos económicos y requiere, en efecto, de un anfitrión con recursos para improvisar una nueva cena. La segunda situación no cuesta tanto, aunque puede hacer sentirse un tanto incómodo al invitado, al apreciar que recibe un trato especial y distinto al de la mayoría. Por último, en el primer escenario cabe pensar que siendo sólo uno el invitado especial es mejor, atenderle a él como se merece en otra ocasión, que anular o aplazar la cena prevista para muchos que pudiera ser no tengan otra oportunidad de encontrarse.

Según Dyson y Milward (2000), los dilemas educativos hacen referencia a situaciones que generan alternativas de acción contrapuestas, ninguna de las cuales es completamente favorable o deseable. En nuestros sistemas educativos abundan los dilemas de este tipo en sus planteamientos generales. Por ejemplo, el dilema entre el control que debe ejercer la administración educativa y la autonomía de los centros escolares. Es evidente, por seguir con este ejemplo, que sin un cierto nivel de control desde instancias centrales para equiparar el trabajo de las escuelas – haciendo, por ejemplo, que todas desarrollen un plan de estudios común-, se podrían generar enormes desigualdades entre escuelas, habida cuenta de sus diferencias iniciales (hay escuelas mejor dotadas, situadas en mejores contextos socioeconómicos y que pueden seleccionar a su alumnado).
Pero este control también atenta contra la autonomía de los centros y sus profesores, contra su libertad para promover iniciativas innovadoras y, en muchos casos, contra su motivación para el trabajo, pues puede percibirse que las decisiones importantes vienen de fuera. Los profesores más autónomos tienen que reflexionar más sobre su práctica y buscar formas de colaboración más estrechas entre sí para llevar sus proyectos adelante.
La jornada escolar completa (mañana y tarde) – en los países en los que puede desarrollarse –, o la jornada escolar única o intensiva – normalmente sólo por las mañanas – es otro ejemplo claro de dilema educativo cuyo planteamiento genera incluso debates agrios entre partidarios y opositores de cada una de las alternativas.

De los dilemas debemos resaltar algunos elementos y factores que definen su naturaleza:

Los dilemas generan un problema, no siempre bien definido, que debe solucionarse a través de un proceso de resolución en el que será determinante:
Decidir quién participará en la toma de decisiones, qué «voces» serán tenidas en cuenta y para qué
Analizar qué información se precisa para iluminar las decisiones en liza.
Proponer quién dirigirá o coordinará el proceso.
Establecer cómo se tomará la decisión a adoptar (votación, consenso, acuerdo, convencimiento…).
Cuánto cabe esperar o demorar el proceso antes de tomar una decisión firme.

Por definición, los dilemas nunca se terminan de resolver. Siempre hay elementos positivos y negativos en todas las opciones en juego (por eso es un problema). Lo que cabe es resolverlos puntualmente, «aquí y ahora», por un tiempo, como resultado de un proceso de toma de decisiones en el que finalmente se opta por la que tiene más elementos a favor que en contra, o porque se tiene en consideración aquellos aspectos que son de mayor peso, relevancia o impacto presente o futuro en la vida de los alumnos.
Los dilemas educativos no se resuelven «en vacío», sino condicionados por una serie de factores a tener en cuenta y que están en interacción dinámica :
Las concepciones o creencias implícitas de los actores educativos, sobre el contenido en conflicto y sus valores individuales.
Los valores sociales y las ideologías mayoritarias presentes en el contexto en el que se dan.
Las políticas educativas que las administraciones centrales o locales mantienen o promueven.
La diferente influencia o «poder» que tienen particularmente el profesorado (debido a su estatus, antigüedad, cargo, etc.) entre sí.
Los recursos económicos, humanos, didácticos o tecnológicos que, en cada caso, puedan estar especialmente relacionados con la situación dilemática.
Los hechos anteriores confieren a los dilemas un fuerte componente emocional, vinculado a las dificultades de la comunicación humana, las tensiones y las insatisfacciones que siempre se van a generar en los participantes (más en algunos que en otros, más en los que consigan ver su posición aceptada que en los que la vean rechazada) y que de no canalizarse adecuadamente pueden degenerar en animadversión, rechazo, apatía,… emociones negativas que pueden quedar en el contexto y dificultar procesos o acciones futuras.
Finalmente, y por lo general, los elementos anteriores pueden generar decisiones relativamente poco innovadoras, pues la tendencia a «contentar a todos» atempera la posibilidad de tomar decisiones riesgosas.
Visto desde el proceso de toma de decisiones, cualquier situación dilemática que se realice desde una Amplía participación de todos los implicados, a través de un procedimiento bien dirigido y coordinado, en el que se cuiden las relaciones y la comunicación, y se dialogue en profundidad para buscar argumentos de valor en los que sustentar la decisión (y no sólo argumentos de poder por quien lo ostente en un momento dado) serán buenos procesos de toma de decisiones. Las decisiones que se alcancen por esa vía, si bien pueden no ser perfectas, tendrán un apoyo definitivo entre quienes las acuerden. Es fácil imaginar cursos de acciones más negativas y seguro que tienes experiencias sobre estas cuestiones. Es un buen momento para recordarlas y tratar de sacar conclusiones al respecto.

Es fácil delinear un proceso como lo acabamos de hacer, pero muy distinto es que los análisis se realicen las partes sean fácilmente modificables. Más bien lo contrario: sabemos por la psicología cognitiva que nuestras concepciones o creencias profundas (no las que «decimos», que son más superficiales y que en último término no dirigen nuestra acción educativa) son difíciles de cambiar. Lo mismo ocurre con nuestros valores. De ahí la importancia radical que en todo ello tiene el conjunto de tareas, tiempos y roles que permitan «sacarlos a la luz» y contrastar lo que decimos con lo que hacemos; todo ello tiene sus consecuencias para los que pretendemos educar, es decir, los alumnos. El trabajo colaborativo, el tiempo adecuado para hacerlo sin desasosiegos, el acceso a asesores o «amigos críticos» que nos ayuden a repensar nuestras teorías en la acción (esto es, nuestras prácticas) será fundamental.
También lo será para nuestros valores que, seguramente, son en última instancia el motor de todas estas dinámicas. De ahí que precisamente nosotros le hayamos dado preponderancia a ese contenido, situándolo como primer módulo de este curso.
En todo caso para enfrentarse al dilema de las diferencias, tal y como lo analizaremos a continuación, las condiciones, los elementos y los procesos anteriores deben verse como ámbitos claros de intervención para la mejora.
Esto es, sin estas condiciones, las buenas intenciones de que nuestras clases, nuestras escuelas y nuestros sistemas educativos en su conjunto sean más inclusivos serán solamente eso, buenas intenciones, pero no realidades en proceso de transformación hacia esa meta.

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